sábado, enero 27

Un mañana

¿Sabes? siempre me pregunto qué será mañana. Quién habitará mi cuarto y el olor de sus memorias, si alguna foto seguirá dando vueltas por lugares donde nadie podría saber mi nombre, ni si la muerte fue rápida, dolorosa. Y por suerte ya he comenzado a responder, y es que tal vez ya estoy más grande, quién sabe. A nadie le importará mucho, como hoy es poco lo que pienso en mis abuelos. Comencé este ritual luego de encontrar el pasaporte deslustrado de un tipo con bigotes muy largos y espesos, algo gordo y extremadamente serio, cuyo apellido sincroniza con el mío. Y cómo fue que se le ocurrió navegar un mar y dos océanos con su mujer y sus hijos, o si tenía miedo detrás de su aspecto señorial, eso no aparece en la foto ni en el estampado que me dice que llegó en 1908. De esto ya van un par de años, creo, y ya me he olvidado si se llamaba Luka o Lukas o Luca o cualquier otro. Y ahí esta: esa indiferencia, el olvido o desgano, vivir una vida tan independiente de sus raíces, chupar toda la leche de la teta en el poco tiempo que tenemos. Últimamente también me ha dado por acercarme a un ejercicio matemático. Una descomposición del valor de las cosas. Primero tomo algo, lo que sea, por ejemplo una experiencia personal, y la contrasto consigo misma. De esta forma puedo observar su unidad y su importancia central. Luego tomo un periodo de tiempo más amplio y todo lo que recuerdo. Contraste. Luego me muero y pienso en dos generaciones, tres, cuatro…. o si no me parece la idea de estar muerto, entonces simplemente contrasto con las experiencias de más personas… millones de personas… y siempre el resultado es el mismo: que el valor relativo de todo es insignificante. Como la vida de mi bisabuelo resumida a un papel blanquinegro que por ahí anda si es que aún no lo pierdo. Y claro, aparte de ese papel, también está mi padre, y mi hermano… quizás algún día otros niños, cada vez más lejos, todo eso en un mañana vertiginoso y opaco, un mañana de otros

domingo, enero 21

Requiem

Blanca era
la gata luna
llegó de regalo estival
con la sugerencia
de un antepasado angora.



Hay un silencio
de mar furioso entrando
por cada ventana abierta;
en su comienzo
parecieras percibir la espuma
y el frío en los pies
la fuerza del agua
tu inmovilidad mustia:
Es la pérdida
el augurio en ojos de
quien entrega la noticia.
Ahí comienza
a entrar inclemente
el agua salada
y va congelando tu pecho
tu estómago
brazos languidecen
te marchitas.

Quisieras dar una respuesta
pero te alejas
a tu cuarto
a cualquier parte
pero solo
donde puedas habitar
en el silencio del
recuerdo
dar el abrazo final
quizás una palabra
para ese viaje
desconocido.

Y luego el silencio
la nada
la habitación vacía.